El 25 de Marzo, de madrugada, realizamos el cambio de hora que se viene haciendo en nuestro país desde la década de los 70. Este cambio marca el comienzo del horario de verano, por lo que adelantamos nuestros relojes una hora. Esta modificación se lleva a cabo mundialmente, en unos 70 países, tras la crisis del petróleo de 1973. En teoría, este cambio supone un ahorro energético del 5%, lo que reduce unos 6€ el gasto del hogar español. Aunque estos datos han estado en el punto de mira los últimos años, ya que a algunas personas les afecta en el correcto funcionamiento de sus ciclos circadianos de forma exagerada.

Este cambio de hora puede tener efectos negativos sobre nuestro descanso. El primero, y más evidente, es la hora menos que se nos quita de sueño la noche del cambio de hora. En segundo lugar, nuestro organismo puede tardar varios días en aclimatarse al nuevo horario impuesto. Algunas personas experimentan problemas de sueño, notando un retraso para la conciliación y para despertar a la hora habitual. Y, además del déficit de sueño que conlleva, puede producir irritabilidad, falta de concentración, somnolencia durante el día… A parte de todos estos efectos, también produce alteraciones en los hábitos alimenticios que están directamente relacionados con tu calidad de sueño y tu estado de ánimo.  

También tenemos que tener en cuenta las variaciones en el ciclo sueño-vigilia, el cual está controlado por el reloj biológico interno, que se sincroniza con la alternancia luz-oscuridad. De esta forma, la retina manda señales de presencia de luz a la zona del cerebro localizada en el sistema nervioso central. A su vez, este envía información a la glándula pineal para inhibir la producción de melatonina, hormona de gran influencia sobre el sueño. El problema llega cuando, al prolongar una hora de nuestra exposición a la luz, nuestro reloj se descontrola por completo. Además, este reloj conoce nuestro hábitos, por lo que provoca que nos entre sueño a la misma hora cada noche. Pero, al adelantar una hora el reloj, nuestro organismo no identifica este cambio de inmediato, y le cuesta adaptarse progresivamente.

En conclusión, este cambio puede afectar al correcto descanso, pero también al apetito, a la función intestinal, el rendimiento… Efectos muy parecidos a los que nos producen el jet-lag. Es importante que le des un tiempo de adaptación a tu cuerpo hasta que se acostumbre al nuevo horario. Durante esta adaptación puedes sentir malestar general, problemas de rendimiento, en la alimentación… Pero no desesperes, todo pasa.